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Les yeux turquoise des soeurs siamoises

para lo malo y para lo malo

Tengo un plan. Voy a vivir resignada a tu lado. Aburrida de tus chistes sin gracia, de tu ropa sucia en el comedor, de tus conversaciones sin interés. Como las dos palabras tontas que escriben los enamorados al lado de un corazón que engloba sus nombres: “para siempre”. Para lo malo y para lo malo.

Voy a resignarme a tu lado por un solo motivo: no soy capaz de aceptar que después de mi van a venir otras.

¿Por qué otro motivo iban a haber parejas conviviendo por más de 50 años?

soluciones provisionales

Tengo dos noticias, me dijo, una buena y una mala.

La mala es que mientras llorabas por mi, yo estaba en la cama con otra.

La buena es que voy a meterme en tu cama, sólo esta noche, para consolarte.

soy muchísimo más que un coño

-Quiero recordarte así, con la cara que pones cuando me corro en tu boca.

Y la muy tonta sonrió alagada.

pataleta

El único

que babea

por mi cuerpo;

...
...
...

un mosquito.

ma chance

Sólo necesitas una frase para destrozarme. Y lo sabes. No hace falta mucho, tan solo que musites un “we could be so good together”, para que empiece el Apocalipsis. Al llegar, te has dado cuenta que mi casa está ya moblada. Durante tu ausencia he podido llenarla de pequeños detalles que la han hecho más mía. He colgado un cuadro que a ti nunca te gustó. La he perfumado con esa esencia que a ti te hacía estornudar.

Y supongo que no te ha pasado por alto que he puesto un cartelito en el buzón con mi nombre en grande, para que no quepa el de nadie más. Pero creo que no debería tener buzón. Es demasiado tentador para alguien como tú. Alguien que regresa musitando algo como “we could be so good together”.

Y en mi buzón aparece ahora una notita con letras grandes de las tuyas “Il ne me reste pas qu’une chance, c’est que tu n’ayes pas eu ta chance”.

again

Vuelves, con la mirada limpia, con la sonrisa ancha, con las manos abiertas. Como si tu boca no me hubiese escupido mil insultos. Como si las ofensas más variopintas no hubieran manchado tu boca. Vuelves, con la mirada limpia de quien no sabe que es el rencor, ni el desprecio. La cabeza en alto de quien no se fue cabizbajo huyendo de los mil horrores que causó. Vuelves, con las manos abiertas, suaves, blancas, limpias. Como si no me hubieran tirado nunca un dardo. Vuelves, como si el perdón y el olvido se materializaran con solo pronunciarlos. Vuelves, limpio, creyendo haber redimido tus penas.

Vuelves…

Por mi ya podrías irte.

game over

Le quise, que nadie lo ponga en duda. Le quise y pongan en duda si me oyen decir que ya no siento nada. Nos encontramos ahora, desde la lástima de quienes no supieron volar juntos más alto.

Me habla y cuento de memoria los besos que me regalaron esos labios. Le quise (conjúguenlo como les plazca). Los ojos turquesa le miran de cerca exigiendo a las lágrimas que no se derramen en su presencia. Le miran de cerca y recuerdan las mil veces que nadé yo en el verde de sus ojos. Me quiso (conjúguenlo también como consideren más prudente).

Perdonen si hoy les parezco melancólica, pero es que todas las rupturas son fracasos. Y a mi nunca me gustó perder.

destronado

No se requiere esfuerzo a penas. No hace falta dedicación, ni esmero, ni interés siquiera. El tiempo hace el trabajo sucio. Es sólo cuestión de sentarse y disfrutar del espectáculo. Todos los mitos caen solos.

Ni complots, ni intentos de asesinato, ni mentiras de boca en boca van a tumbarlos. Ellos mismos van a hacerlo en tu lugar. Así que ahórrate el esfuerzo y túmbate a mirar como ellos solos cavan su tumba.

Mira a Marylin. Mira a Elvis. Mira a Maradona.

No te imaginas lo que disfruto viendo como te humillas, como te hundes tú solo. Tú me pisaste más de una vez, gracias por ahorrarme la venganza. El tiempo es tu verdugo. Sigue arrastrándote, sigue apretando tú solo la soga que va a ahorcarte. Todos los mitos caen solos.

Con Lady Di ya confirmamos la regla. No ibas a ser tú la excepción.

¿celosa yo?

Se pasa el día contándome historias que inventa sobre la marcha. Me habla de Anas, Teresas y Mónicas. A veces no les pone nombre y las llama simplemente por su nacionalidad. La portuguesa, la italiana, la argentina. Yo hago que si con la cabeza. Como si creyera que realmente todas esas damas han sudado en su cama. En mi sitio de su cama.

Me hago la celosa como si me preocupara no ser la única. Al primer gesto contrariado que hago, se le acelera la respiración. Cuando le digo que me siento traicionada empieza a temblar de la emoción y ya no sabe dónde meter ese par de manos estorbosas, ni cómo ocultará ese bulto que pronto empezará a dibujársele a la altura del bolsillo derecho. Le encanta verme celosa.

Os preguntareis si soy celosa realmente o no. Pues la verdad es que no me lo he planteado nunca. Sé que aunque alguna otra le persiga por toda la ciudad, no parará de pensar en cuanto tardará en quitarme ese conjuntito negro que me acabo de comprar.

magullada, depresiva, coja y despechada

magullada, depresiva, coja y despechada

Contrariada pero serena un día me voy a cansar de ser la otra.

No voy a aguantar más que me pisotees.

Ni que me trates como la niña que siempre vuelve a por su caramelo.

Aunque tenga que pasar la vida lamiéndome las cicatrices de nuestro adiós, voy a sacar las uñas.

No voy a irme sin luchar. No pienses que va a ser tan fácil.

Y después de abandonarte, ni que sea magullada, depresiva, coja o despechada, buscaré a tu mujer.

Pero no voy a odiarla más todavía: voy a ser su amiga.

Seguro que eso te gusta menos aún que perderme sin más.

amargarita

amargarita

Lo siento. Han caducado ya las margaritas. Ha pasado ya el tiempo de jugar a deshojarlas. No voy a preguntarme si me quiere o no. Será que me da igual. Será que me da miedo la respuesta. Será que prefiero un no.

Sólo sé que el campo está lleno de ellas. Mire donde mire veo alguna. Campos llenos de pellizcos, llenos de puñales. No van a guardarme el secreto las dichosas florecitas cuando él se acerque preguntando si le quiero o no le quiero. No sé si van a engañarle las muy mentirosas. O si el campo entero de chivatas va a chillar que le utilizo.

Las margaritas me echan en cara que sea yo quien no le quiera. No saben que cuando se despisten voy a revolcarme con él para aplastarlas a todas.

San Martín

San Martín

Tu barro putrefacto me ensucia las manos, las piernas, el sexo. Se cuela hasta mis entrañas y se escapa por mis ojos en forma de lágrima. El cuerpo saqueado, el sexo profanado, impregnada de tu barro.

Te cansaste de jugar con la niña que se mete en tu cama sin rechistar. Me tiraste al barro. Y aquí estoy, abandonada como los juguetes de reyes en marzo.

Nunca me gustó que me llamaran "muñeca". Me siento sucia. Sucia pero sonriente: no falta mucho para San Martín. Empieza a temblar, cerdo.

cópula de cadáveres

Bebamos, como si ya nada pudiera matarnos. Bebamos hasta que nuestra conciencia esté tan dormida como para no enterarse de nuestro juego. Dejemos que nuestros cuerpos se enreden, mientras nuestras almas se evaporan un poco más.

Acallemos nuestras mentes chillando a cada paso. Como si esta ceniza llegara a ser dulce. Como si algún día olvidásemos que la putrefacción es la única salida. Como si bebiendo olvidáramos que esto no es más que una cópula de cadáveres.

stormy weather

stormy weather

Acercar mi mano y morirme esperando que la coja, que la acaricie. Esperando que llegue la señal que abra las puertas del cielo.

Cerrar los ojos con fuerza esperando que la lluvia moje mi cara. Pero la lluvia no llega. La lluvia no moja.

Esperar eternamente sueños que no llegan. Despertar y seguir soñando. Soñar que sueño.

Esperar la rosa que nunca me regaló. Esperar la palabra dulce que nunca me susurró. Soñar el paraíso al que nunca viajamos. Imaginar que nos amamos.

Como si aún hubiera esperanza. Como si lo mejor nunca tardara en llegar.

odio querer

No sabe quererme. No digo que no lo intente, pero por mucho empeño que ponga, solamente sabe querer a su reflejo del espejo. No digo que no me guste, siempre quise ser una mujer objeto. Pero digamos que ha surgido un pequeño problema sin importancia. Me he enamorado.

Yo le quiero. Será que soy tonta, ingenua o masoquista. Yo le quiero, por eso mañana voy a dejarle. Nunca me gustó suspirar a todas horas y tararear canciones de amor. No puedo evitarlo, me veo ridícula mirándole con esos ojitos que piden a gritos un poco de afecto. Mañana le voy a dejar porque le quiero. Empezaré a odiarle el día que empiece a cantar canciones de Alejandro Sanz en la ducha. Y yo, por ahí, si que no paso.

mi Lewinsky

Le hablé de mi carrera política. Reconozco que al principio se quedó algo sorprendido, como todos. Se hizo un lío bromeando con los excelentísima, doña y honorable. Pero pronto perdió la compostura y me arrastró a su cama haciendo reverencias.

“Los buenos políticos necesitan a su Lewinsky” dijo sonriendo. Pero no, en su caso no se trataba de manchar ningún vestido. Tampoco estaba pensando en despachos ni puros cuando se ofreció a ser mi "becario". Me arrancó el tanga rojo y se lo quedó a modo de prueba. Cerró el cajón de golpe, me miró con aire condescendiente y soltó: “Ni se te ocurra subirme los impuestos…”

amor propio

Me dejó mucho después que lo nuestro acabara. Acabó en diciembre, cuando cerramos la puerta de la habitación 207 y devolvimos la llave. Algo se quedo ahí dentro. La señora de la limpieza debió llevárselo a casa para engordar su colección de los peines, los champús y los cepillos de dientes de los olvidadizos. Que le aproveche.

Me dejó mucho después que lo nuestro acabara. Firmó el parte de defunción cuando el hedor empezaba a molestar al barrio entero. ¡Qué larga agonía, la nuestra! Y llegó, como llegan todos los que se van. Y se fue, como se van todos los que llegan.

Esa noche lloré en la cama de otro, pero lloré. Y me privé de los gemidos, estaba de duelo. Pero no se confundan, no fueron las heridas de amor, las que no me dejaron dormir. Las más dolorosas eran las heridas de amor propio.

me odias

Tú aún no lo sabes pero me odias. Empiezo a acostumbrarme, todas lo hacen. Soy Lolita, la universitaria inocente con cara de santa y minifalda que tu marido mira dos veces en el tren. La historia, mi historia, es siempre la misma.

Te pedirán el divorcio mucho antes que yo me cruce en sus vidas. Pero claro, ese dato no lo sabrás. Y será suficiente con encontrarte mis braguitas rojas en un cajón cuando vayas a llevarte las sartenes que pagaste de tu bolsillo, para llenarme con toda la culpa que no quieres asumir. Yo no rompo nada. Pero me odiarás como si lo hubiera hecho.

Tu marido aún no me conoce y tú aún no lo sabes, pero me odias. Me odias igual como lo han hecho las otras. Pero tranquila, tu tampoco vas a conocerme nunca y eso, en parte, te alivia. Pero no te engañes, todas se atormentan preguntándose si mi culo es mayor al suyo. Me odias. Y la respuesta es no.

Tu aún no lo sabes, pero me odias. Y para cuando lo sepas solo un ruego: ahórrate eso de “a los 30 ya no te ayudará ese culo, procura tener personalidad para entonces”, demasiado carca, ¿no crees?

trofeos, manuales de autoayuda y putones varios

Soy poco más que un trofeo. Estoy a dos pasos escasos de sentarme en uno de sus estantes y acumular polvo. No me necesita en absoluto. Le bastaría con un caniche o un buen descapotable. Me utiliza. Soy una mezcla de fuente de vida eterna, manual de autoayuda y putón verbenero.

No se confundan. No es que me quiera. Es que queriéndome se quiere más a él mismo. Puro egoísmo, señores. ¡Qué gran logro, llevarte a la cama una veinte añera cuando pasas los treinta!

No se confundan. No es que le quiera. Es que queriéndolo me quiero más a mi misma. Puro egoísmo, señores. ¡Qué gran logro, llevarte un treinta añero a la cama cuano aún no has cumplido los veinte!

huidas de emergencia

Lo dejé por quedarse siempre el lado izquierdo de la cama. A los anteriores fui rechazándolos poco a poco. A uno por sesear cuando recitaba a Gil de Biedma, a otro por leer a Gala cuando yo devoraba Palahniuk.

Nunca necesité grandes motivos, pero eso no quiere decir nada.

Los que vinieron después tampoco se salvaron: nunca perdoné que me llevaran a la playa de madrugada, ni que me dejaran girasoles por las escaleras y mucho menos que guardaran semillas de colores en tarros de cristal.

Pero él fue el único me retrajo hasta la saciedad mi fobia al amor. Y yo lo dejé porque guardaba las uñas en una cajita de hojalata roja. Nunca necesité grandes motivos. Pero eso... eso no quiere decir nada (¿no?).